jueves, 30 de abril de 2020

Puta cuarentena (LADP)


A nosotxs
lxs locxs
lxs inconformes
y resentidxs
lxs inclasificables
lxs herederxs de Lacan
y el excedente
A nosotrxs
el virus nos comenzó a cercar de antes
en 1966
Auld Lang Syne
obligando a salir del clóset

No necesitamos
dnu presidenciales
para que en los 80
la sospecha y el sexo
convivieran
Tampoco bulas papales
que nos salvaran del DSM
y de los registros policiales
y de la insistencia
De los que nos negaron el amor
por maricas
por enfermxs
por desviadxs
y pervertidxs

¡Qué otros sean lo normal!
me dice cada mañana la Susi
Por eso en el 2020
parecemos privilegiadxs
de la soledad
porque a nostrxs
el virus nos ha enseñado
a no encontrar amor
solo en nuestros brazos
en nuestras manos autosuficientes
en nuestras masturbaciones diarias
en nuestros delirios
utópicos
o místicos
o confiados
en que no hay mucho más
al estar adentro
y sobrevivir
como nuesrtxs hermanxs
nuestrxs madrxs y antes aún
que hace rato sabemos vivir
al margen
con nuestra supermegabuenaonda
con nuestro éxodo interior
y con la certeza de que mañana
tal vez mañana
nos toque la fiesta.


Leandro Arce De Piero Nací en Salta en 1991. De chico descubrí que con palabras se tejen rituales. Allí encontré muchas decepciones y algunas dichas. Entré a la carrera de Letras en 2009 para entender mejor cómo cambiar el mundo desde el lenguaje. Hoy soy profesor de Teoría Literaria y becario CONICET. Investigo la relación entre el cuerpo y el lenguaje a través de la escritura y en el teatro.

martes, 28 de abril de 2020

Apuntes biopolíticos mientras escucho All apologies de Nirvana y leo, en mi libro de primaria, las proezas de Daniel Alcides Carrión


En la mañana, he aprendido a lavarme las manos con conciencia mientras pienso en los cuerpos que se incendian en las calles de Guayaquil. Desinfectarme con alcohol, cada dos horas, mientras recuerdo a los mendigos del centro de Lima acogidos en una carpa provisional en la plaza de Acho. En la noche, antes de acostarme, me baño y, mientras me enjabono, se me vienen a la memoria las tumbas construidas a las afueras de la ciudad de New York que albergaran a los miles de muertos por causa del COVID-19.

Hace veintiséis días, exactamente, quedé hacinado en una ciudad fantasma sin libros, sin laptop y sin poder conciliar el sueño durante días. La radio, por la mañana, y la televisión, por las noches, insisten en que las medidas tomadas por el gobierno central se volverán rígidas si el porcentaje de contagiados aumenta con rapidez. Las mascarillas y los guantes han empezado a escasear en las farmacias y en los hospitales. Los muertos se incrementan en los países europeos. En el Perú, al virus, en cambio, se le considera ajeno a nuestra realidad tercermundista. Tampoco que será la principal causa de nuestra decadencia económica. Los días pasan y las teorías de conspiración se reproducen y empiezan a circular, con más frecuencia, en las redes sociales y en los mensajes privados. Hace algunos días, una niña de diez años ha predicho el fin del mundo en una radio local. La noticia se ha propagado en todo el país por los medios de comunicación y “los poderosos memes”. En mi ciudad, un conjunto de pobladores se ha opuesto a la designación que el estadio se convierta en el centro regional de infectados por el COVID-19. Disturbios y balas al aire es lo que ha dejado el descontento. Por otro lado, mi libreta de anotaciones está casi llena –desespera saber que no encontraré una similar en la ciudad- de cifras y reflexiones sobre el COVID-19, esbozos de mapas donde señalo la gravedad de los contagios en el mundo y citas filosóficas y políticas de mis lecturas fragmentadas. Sobre mi mesa de noche descansa Conversación en la catedral de Mario Vargas Llosa: una lectura pendiente.   

En una de las páginas de mi libreta leo una nota sobre dos libros para su urgente lectura: A Singular Man de James Patrick Donleavy y El nomadismo o la transfiguración de lo político de Michell Naffesolli. [Fechados en el mes de octubre del año pasado] Páginas más adelante aparece el nombre de Mijaíl Bulgákov, la teoría Gaia de James Lovelock y la afirmación: “…la globalización dará, como consecuencia, el nacimiento de un nuevo comunismo”. [Žižek]. [Fechados en el mes de diciembre del año pasado]. Peter Sloterdijik, en cambio, [pregona y reivindica que la filosofía es “dañar la estupidez”] afirma que no necesitamos un comunismo sino un “coinmunismo” que significa vacunarnos contra la posverdad imperante en nuestra época posmoderna. Debajo de la cita comento: el virus necesita de una célula viva para reproducirse, de igual manera, el capitalismo que no fenecerá, como algunos teóricos afirman, sino se adaptará a una nueva biopolítica que está dando importancia a la necropolítica (Achile Mbembe) –una fusión intelectual jurídica y biológica (darwiniana) que oficializa el derecho a elegir a quien matar, pero, todo ello, descansando en una estructura económica de privilegio y estabilidad.

Sé que cuando todo acabe, la gente se va a preguntar si la forma en que vivía era la correcta. Si éramos personajes de una historia distópica de Philip K. Dick o si, por fin, aceptaremos nuestra animalidad y nuestra fragilidad. El virus no discrimina, afirma, Butler, pero aporta a entender un cuerpo como un templo de vidrios que debemos cuidar. Las ideas de Byung Chul-Han –para extender la discusión filosófica- sobre el individualismo y las micropolíticas se enfocan en afirmar que se van a imponer como una estrategia a causa del desamparo del gobierno y la construcción del otro que no es “el enemigo conocido” sino el “ente letal desconocido”. Esta concepción, que se va a ir formando en las personas, va a construir un sinfín de posibilidades interpretativas que no poseía la tecnología y la biología como soporte en su reflexión científica. Otro tema que debemos reflexionar es sobre la posición discursiva de afrontar y escribir sobre el problema. En la actualidad se ha formado dos icebergs bien demarcados: la posición que desestima o niega la gravedad de fenómeno –los gobiernos de Brasil y Estados Unidos- y la del discurso dominante ortodoxo provenientes de Asia. Este último utiliza el miedo, la seguridad y la tecnología como forma de imponerse en los otros discursos para vendernos el modelo de subsistencia: su sistema policial, el modo del tratamiento del COVID-19, las redes 5G, la confiabilidad de la inteligencia artificial, la computación y los ordenadores, la recompensa social según el respeto de las normas y el comportamiento frente a la seguridad y salubridad. Pero, ¿a quién compraremos este sistema sofisticado? China posee la industria farmoquímica, automotriz, aeronáutica, electrónica y de telecomunicaciones como principales ejes de poder para imponerse, después de este encierro, al mercado liderado hasta hace pocos meses por Europa y Estados Unidos. ¿Tendremos dudas sobre lo que afirmo? De esta manera daremos inicio a “la época de soberanía” –termino de Byung Chul-Han- y la muerte de lo que entendíamos sobre globalización –afirmación de Žižek. [Enunciados y propuestas filosóficas opuesta, pero que nos sirven para afirmar una nueva posibilidad de cambio individual, político, económico y social].

Pandemia de Slavoj Žižek plantea que el COVID-19 será la principal causa del final de la globalización. Sopa de Wuhan, conjunto de ensayos interdisciplinarios sobre el tema, nos otorga una mirada diferente al tratamiento del tema: unos esperanzadores, otros aterradores y unos, finalmente, de caducidad de un tiempo histórico. Se me hace complicado leer en el ordenador, pero por necesidad he empezado a habituarme. [He dejado los subrayados y las notas en los márgenes de las páginas para escribir en mi libreta las citas importantes que leo. Trabajo duro que, con el pasar de los días, me he ido acostumbrando]. Mi horario impuesto es leer por las mañanas, por la tarde escribir y por las noches corregir hasta estar quedarme dormido. He decidido, también, a no leer comentarios de los muros de Facebook de “los especialistas” o ver videos virales compartidos por mi WhatsApp. Mis búsquedas en Google solo son mapas estadísticos sobre la pandemia en el mundo, en el Perú y en el lugar donde resido. Y, en definitiva, después de analizar las abrumadoras proyecciones del Ministerio de salud, he decidido no volveré a Lima este año. El caos, los más de tres mil infestados, la indisciplina y los problemas de asistencia en salud me han inclinado a la idea que lo mejor es quedarme en este pueblo fantasma. Tengo el suficiente tiempo para escribir, un sol primaveral, alimentos a bajo precio, los puestos de abastecimientos están cerca a mi casa, por ello, no necesito exponerme al contagio latente que existe en la capital. La gente de aquí no tiene la necesidad de salir: lo poco es suficiente y les basta. La pobreza los ha acostumbrado a este devenir. No hay señales de alarma, sus rostros siguen siendo tristes y su razonamiento sobre la pandemia es generalmente que es una enfermedad de la capital. Acá no existe ese concepto de “violencia hospitalaria” que plantea Jacques Derrida: “…dejarse violentar es ser extraído del lugar natural, removido por la otredad”. Un síntoma -parafraseando a Žižek- que experimenté cuando me establecí en Lima, viví en Iquique, Madrid o Sevilla. La idea de “extranjero” se puntualiza, para la comunidad, en el aporte que puedes otorgarles y no es “el enemigo” terrateniente velasquista. Ellos no poseen, por lo descrito, el racismo de Trump de señalar a China de sus errores, ni la posición de Boris Johnnson que piensa que los británicos pueden solucionar el problema por la vía del darwinismo social y provocar una inmunidad colectiva eugenésica. Ni mucho menos la de los alemanes creyentes que su sistema sanitario es superior al italiano y que, por lo tanto, pueden dar mejor respuesta al problema global. ¡Nadie ha visto el documental The devit and Daniel Johnston!, y, por ello, no están inmersos en la profunda tristeza universal ni al borde de la depresión. Los pobladores siempre empezaron sus actividades cuando salía el sol y acababan cuando este se ocultaba. No tiene la necesidad de acostarse viendo una película de Netflix, ni de escribir, todos los días, un mensaje esperanzador en su muro de Facebook. Su devenir –como los monjes que viven en el Himalaya- es simple porque así son felices. Un modo de vivir que hemos olvidados “los urbanos”, pero conviviendo con ellos, en esta ciudad fantasma, aprendo a redefinir mi felicidad, mi soledad y mi humanidad porque en esta pandemia también, como ellos, estoy desarmado, pero he buscado la manera de sobrevivir con lo poco que tengo.  


Josué Barrón (PUCP). Escritor, educador y comunicador cultural. Es colaborador de varios medios informativos locales e internacionales. Su interés académico es la crítica cultural y la creación literaria. Ha sido ganador del Premio de Literatura del gobierno regional de Lima, mención cuento (2014), y Premio Centenario PUCP, mención poesía (2017).

lunes, 27 de abril de 2020

El crepúsculo no es el crepúsculo


‹‹—Tú, sí; yo no.
—Oye, Ana: ¿no comprendes que no podemos continuar así?
—Tú, sí; yo, no —repitió ella››.
TOLSTOI

La pálida mujer, recostada débilmente y cubierta con cubrecamas claras, miraba con los garzos ojos tristes el atardecer sanguinolento entre edificios, árboles y las construcciones de la planta baja del hospital Edgardo Rebagliati Martins. Parecía pensativa, pero no preocupada, como si su mente buscara respuestas en la silueta deforme y agresiva del tenue horizonte urbano. Fruncía el ceño de su rostro alabastrado, sin embargo, con resignación, como si ya nada le alegrase, le exaltase, o le gustase.

Desde la tarde de ayer, cuando le dieron el diagnóstico de la segunda prueba médica (en total eran tres), sufría un terrible pesar y un cruel sinsabor que lo expresaba con una melancolía en su rostro y, durante las horas siguientes, con llantos a escondidas de los familiares. En general, solo la visitaban su hermana mayor, una madre soltera desde los veintidós años, junto con su sobrino, un adolescente de dieciocho años, y su madre, una ancianita de setenta años.

El único hijo de ella, que estudiaba la escuela y vivía con una sirvienta junto con su abuelita, y su esposo, un ingeniero que llegaría de urgencia desde Arequipa, todavía no la habían podido acompañar durante aquellas casi dos desesperantes semanas. Lo curioso fue que ella cayó enferma justo cuando su marido culminaba su asueto mensual de una semana. Él la llevó al hospital, la acompañó el primer día de hospitalización, y ella la obligó a cumplir sus deberes. Sin embargo, la noche anterior le contó la verdad sobre los diagnósticos y él aquella tarde le confirmó que llegaría al amanecer del día siguiente.  

Por su parte, su madre venía a partir del mediodía, casi a la hora exacta, y se quedaba hasta la hora final de visita. En cambio, su hermana mayor y su sobrino llegaban a eso de las tres o tres y media de la tarde, cuando podían, y regresaban, a veces, aproximadamente a las seis o seis y media, o tal vez junto con la abuelita, la ‹‹tierna mamita››. 

Aquella tarde, la habían pasado juntos los cuatro. Sin embargo, al atardecer, de pronto la abuelita tuvo apetito y el muchacho tuvo que consentirle con acompañarle a la panadería para comprar panecillos y de paso traerle algún pastelillo a la ‹‹engreída››, como la llamaban cariñosamente. La hermana entonces recibió la llamada telefónica de su jefa. Tuvo que salir del cuarto. Al volver, ella observó la humedad vidriosa de su mirada y el tono azulino de sus escleróticas clavadas en el ventanal.

—Deberías mantener la calma, Viera. Me preocupa que estés así. Falta el último análisis y todavía nada está dicho —expresó. Se había colocado a su lado. 

         Viera volvió su mirada hacia ella, la bajó y, cabizbaja, dudó en responder. No dijo nada.

—Además, debes luchar hasta el final por tu pequeño y tu esposo. No puedes rendirte así nomás. Tú eres fuerte, y sé que saldrás de esta.

Viera, al recordarlo —distraída creyó olvidarlo—, lanzó un suspiro y dijo, al fin:
—Sí, lo sé, Fanny. Pero tengo un mal presentimiento… A veces la fiebre y el dolor del pecho no me dejan dormir.

         Fanny la abrazó buscando consolarla. Le acarició la espalda suavemente. Luego, se apartó y se sentó en la base rectangular de concreto del ventanal, que también servía de asiento. Luego, al dejar de lado su celular, vio que la oscuridad acaparaba el ambiente. Entonces encendió las luces del cuarto y la de la cabecera de la camilla de Viera.

—No deberías preocuparte tanto, Viera. Deberías mantener la fe, todo saldrá bien. Sin ella nadie haría lo que hace diariamente —dijo Fanny acercándosele. Le acarició las manos, sobándolas tiernamente.
—Tú sabes que exagero. No te pongas así, Fanny.
—Ya ves, Viera, qué mala eres. No deberías preocuparnos mucho. No entiendo por qué lloras. Lo peor es que estás así desde antes que te internen. Mamá dijo que desde hace un mes, pero ella y tú no mencionaron ningún síntoma entonces. Tú empezaste a quejarte de los dolores recién la mañana del día que te internaron.  

         La hermana menor se quedó callada, con la mirada baja y melancólica, y decidió recostarse en la camilla. Se cubrió con la colcha y la sábana. Ahí, reclinada, vestía la indumentaria distintiva de las enfermas.

—Hoy en especial te mostraste muy triste, y eso me lastima —dijo Fanny.
—Tal vez me haya chocado que la profesora del costado se haya ido —respondió Viera. A su costado izquierdo, dividida por una cortina blanca corrediza, una camilla vacía aguardaba la llegada pronta de otro paciente.
—Sí, eso debe de ser. ¡Pobrecita! —dijo Fanny—. Yo también me pondría triste. Pero no seas tonta, debes ser más positiva.

         Viera sonrió débilmente, con aquellos labios finos esbozando una belleza sufriente, y fijó la mirada en el vacío del ingreso, pues parecía llegar su sobrino y su madre. Vieron a un joven junto a ellos. Vestía una camisa blanca, con saco negro, un pantalón grisáceo, y unos zapatos prístinos. Tenía el rostro delgado, de piel clara, con una ansiosa seriedad que atizaba una curiosidad contradictoria. Tendría unos veintisiete años y, al cruzar la mirada con Viera, sus ojos aturdidos brillaron trémulamente y revelaron un extraño ardor.

—Tía, vino tu compañero de trabajo —dijo Ricardo con una amplia sonrisa.

         Viera, con los ojos sorprendidos, alertados, sonrosada y confundida, junto con Fanny, muy amable, le vieron como era: bien parecido. La ‹‹tierna mamita››, por su parte, se apreció contenta.

—Hola, Vierita, amiga —saludó a la enferma—. ¿Cómo está, señora? —se dirigió a Fanny, quien le devolvió el saludo—. Pues, por fin, pude darme un salto del trabajo para visitarte.
—Lieb, por Dios…
—Espero sea una grata sorpresa, amiga.
—Oh, ¿cómo te enteraste? ¿Quién te lo contó?
—Bueno, la verdad, me lo dijo el jefe. Él no quería decir nada, pero insistimos mucho Aldjia, Guido y yo. Al final, tuvo que ceder —dijo Lieb y, tras arrojar un suspiro, se contuvo unos segundos—. Mañana vendrán Guido y Aldjia. Yo les dije que no podría venir con ellos, porque tengo que atender a Marianita. Tiene una cita con su pediatra particular. Es solo unos chequeos de rutina, pero no se pueden postergar.
—Oh, ¿Marianita?
—Mi pequeña…
—Ah… —dijo Viera débilmente.
—¿Ustedes laboran juntos? —preguntó Fanny.
—Sí, somos de la misma área —respondió Lieb.
—Lieb, no te hubieses molestado —dijo Viera, aturdida.
—Cómo crees, amiga —dijo Lieb con cierta consternación—. Te traje unos pastelillos. Acá están. Pueden disfrutarlos ahorita si quieren.

         Lieb alcanzó una bolsa de papel a Fanny, quien la recibió con una sonrisa amablemente. Por su parte, Ricardo se acercó a su madre y le pidió unos cuantos. La ‹‹tierna mamita›› se sentó en la base de concreto, soltando un hálito de cansancio. Casi al instante, su nieto le entregó un par de pastelitos. 

—Muchas gracias, joven —dijo la ‹‹tierna mamita››, casi repitiendo la frase de su hija mayor.
—Sí, Lieb —dijo Viera, con cierta consternación, como si no quisiera ser muy evidente en sus expresiones.
         Por unos minutos, la hermana, su hijo y la madre disfrutaron de los bocaditos. Viera y Lieb se lanzaban a ratos vistazos, urticantes como unas ortigas, hasta que él preguntó finalmente:
—Ahora sí, Vierita, cuéntame qué pasó. ¿No es nada grave, cierto? —dijo con una expresión de inquietud—. Todos estamos preocupados por ti en el trabajo. Hasta el jefe quiere saber cómo vas.

         Fanny miró confundida a Viera, quien hizo mohines faciales de incomodidad y, antes de responder, pareció dudar.

—Además, tu celular suena apagado y ya no contestas los mensajes —continuó Lieb.
—La verdad, todavía no sé qué mal me tiene así. Y sobre mi aislamiento, ahora prefiero total discreción.

         Lieb bajó la mirada.

—Al parecer, unos virus han atacado sus pulmones —asintió su hermana—. Pero no se sabe qué enfermedad es. 
—¡Qué extraño! Ya son casi dos semanas que está acá.
—Eso es lo terrible, amigo. Los dos primeros análisis que le practicaron no son determinantes, pero dijeron que sus pulmones sufren un extraño virus. Creen que podría ser algo grave. Pero de ahí nada más —dijo Fanny emotivamente.

         El joven, que podría tener unos veintisiete o a lo mucho veintiocho años, sintió que se le nublaban los ojos. Agachó la cabeza y se apoyó en la baranda de la pateadera de la camilla con debilidad.

—Pero mi hermana exagera con sus síntomas, joven, no debe creer en su expresión. Recién mañana le harán la última prueba, que es la definitiva. Supongo que para pasado mañana, como nos dijeron, saldrán los resultados.

         Lieb, con la mirada sombría, la observó. Parecía, de pronto, preocupado.

—Yo sé que no habrá problemas, Viera, y saldrás de este hospital tan servicial y alegre como siempre fuiste —dijo de pronto.
—También le digo lo mismo —dijo Fanny.
—Yo lo creo así, sinceramente —dijo Lieb.
—Sí, eso espero —expresó débilmente Viera.

         Todos se quedaron callados de pronto. Se escuchó, a lo lejos, una sirena de una ambulancia trasladarse por las calles aledañas. La ciudad relumbraba entre la negrura y el cielo nublado como si pareciese que llovería pronto. Entonces Ricardito —como hasta entonces le llamaba Fanny— se paró bruscamente, pues se había sentado al lado de la ‹‹tierna mamita››, y dijo que iba al baño.

—Usted, joven, tiene su hijita, veo —dijo Fanny.
—Sí, apenas tiene cinco años.
—Oh, qué linda —dijo dichosa Fanny. Le gustaban los niños—. Ahora yo estoy cuidando de Hall, el pequeño de Viera, y me conmueve cómo extraña a su madre. Lamentablemente, aquí no pueden ingresar los menores de edad, y el pobrecito sufre mucho cuando no mira a su madre. Solo ayer lo encontré llorando. Fue la primera vez que lo hizo, al parecer.
—Claro. Viera me dijo que tenía unos siete años, ¿cierto?
         Viera tiene la mirada y el rostro agachado.
—Cumple ocho el próximo mes, y la verdad desde que ella se internó aquí, él me cuenta cuando lo despierto, pues ahora me mudé a la casa de mi hermana, que siempre reza por su mamita —dijo enternecida.

         Al terminar de escucharla, Viera bajó más la mirada e, inevitablemente, derramó una lágrima. Sufrió, increíblemente, una contradicción que le hirió como una llaga mortal en el lóbulo pulmonar superior. Lieb, al ver a Viera, se estremeció interiormente. Sintió un ardor incómodo en la garganta. Fanny, al percatarse del dolor fraterno, la consoló estrechándola y diciendo:

—Oh, Viera, Hall sabe muy bien que regresarás pronto... No quise preocuparte.
—No, no te preocupes, Fanny. Estoy muy sensible ahora. Eso es todo —dijo Viera. 

         Se limpió el rastro húmedo de su mejilla y sonrió con una congoja profunda. De pronto, los cinco se quedaron callados. Ricardo, luego de salir del servicio, había salido a darse un paseo. Lieb, por su parte, no supo de qué hablar; y el tiempo se tensó como una flecha hasta romperse.

—¿Y Marlon? —susurró con voz arenosa—. ¿Cuándo llegará tu esposo, amiga? —inquirió el joven.

         Viera, como si pronto una fiebre le quisiese reventar la cabeza, dijo con dureza:
—Llegará mañana temprano.

         Fanny entonces la acarició los cabellos. Y tras la ruptura del arco, el silencio fue orquestado por las voces de los pasillos y la ciudad brillando vida nocturna. De pronto, nadie parecía querer decir algo. Se lanzaron vistazos perdidos, como los ojillos juguetones de un roedor doméstico. Sin embargo, como una necesidad angustiante, impulsiva y lacerante, Lieb dijo:

—Debes regresar pronto al trabajo, Viera, nos haces mucha falta…
         Viera, con las mejillas sonrosadas y ardientes, bajó la mirada desanimada. Creció otro silencio.
—Joven, debería sentarse. Siéntese, por favor —dijo Fanny cuando ella descansó las posaderas.
—No, no se preocupe. En la oficina paro todo el bendito día sentado. Es mejor estar de pie.
—Debe de ser. Los trabajos son muy pesados aquí en la capital.
         Lieb asintió con un movimiento de cabeza. Luego, clavó la mirada en el rostro de Viera, mientras ella no le enseñaba el rostro, como si cavilara una duda. Entonces Fanny, al ver que la pareja de amigos se quedaba callada, contó sobre su oficio de maestra en una escuela estatal. Aunque era un trabajo agobiante, dijo, ella lo amaba. Habló por un promedio de quince minutos. Luego, al ver que ellos la escuchaban atentos y le seguían la conversación con gestos de interés, empezó a contar sobre cómo conoció al novio que la abandonó cuando ella se embarazó. Tuvieron un romance por un año efímero y, justo cuando ella descubrió su tercer mes de gestación, el progenitor tuvo que romper la relación, se alejó de ella y nunca se responsabilizó del fruto amoroso. Entonces le picaron los ojos a punto de derramar unas lágrimas, pero llegó Ricardito viendo su celular abstraído. Su madre se controló y calló. El muchacho les miró perdidamente y, por fin, se sentó sin dejar de mirar su celular. Al instante, lanzó una risita individual, y los cuatro, atentos, le miraron con intriga. Como cerciorándose de la situación, Ricardito afirmó:
—Ya son las ocho y cinco.

         Fanny miró en su celular la hora, y a Lieb le bastó con observar el reloj de muñeca. La ‹‹tierna mamita›› se puso de pie y dijo con ansiedad:

—Será mejor salir ya, pues tardaremos más en llegar.
—El tráfico ahora debe estar terrible —asintió Fanny.
         De pronto, los cuatro visitantes se alistaron para marcharse. Cuando Lieb sujetó la mano de Viera al despedirse, le vio los ojos vacíos, brillosos pero vacíos, hermosos pero perdidos.

        Al quedarse sola y dejar de escucharles marcharse, Viera sufría una incertidumbre asfixiante, como si la enfermedad se ensañara con ella de pronto. Cogió el vaso con agua de la mesilla del costado, y la bebió delicadamente, con sufrimiento. Vio las paredes, la ventana, la noche, la terrible oscuridad, el golpe de la soledad, y se sintió enclaustrada, presa de una angustia tormentosa, que le hervía la sangre. Su porvenir era un único sendero cuyo final era un abismo, un salto al vacío. Al fondo, crecía como una lava un odio tormentoso, una pasión violenta. ‹‹¿Colegas? ¿Marianita? ¿Aldjia? ¿Guido? ¡Quiénes diablos eran! ¡Por Dios, qué cínico! ¡Cruel e inhumano! ¡Qué astuto había sido! ¡Qué miserable! ››, lloró desconsoladamente. 

Derramó unas lágrimas amargas, calientes, tal vez de odio, tal vez de amor, recordando cuando él, luego de abofetearla, trató de calmarla en aquella habitación ignominiosa. Es que él parecía tan perfecto, tan bello, que no dudó de entregarse a ese amor libertario, cuya llave parecía la felicidad, prohibida pero necesaria, execrable pero sublime. Sin embargo, él no la perdonó que llorase y se descontrolase tanto cuando descubrió el mensaje de amor de otra chica, mucho más joven que ella. Juró olvidarlo, y desde entonces no se volvieron a ver. Y tan terrible, tormentoso y deprimente fue todo después, que su cuerpo no pudo defenderse de aquella enfermedad que aquella noche la postraba.

         Lo increíble, sin embargo, fue como ella pudo guardar la compostura y cierta indiferencia al verlo aparecerse. Hasta pudiese decir que una lucidez defensiva y desconfiada, pero estragadora y doliente, la inspiró a soportar tremenda insolencia. Lo peor es que había elegido, arduamente, por la amabilidad y el silencio, cuando, en un pensamiento oscuro y palpitante, al escucharle preguntar por Marlon, se imaginó clavándole un cuchillo con todo el dolor de su corazón.


Francois Villanueva Paravicino Escritor peruano (Ayacucho, 1989). Egresado de la Maestría en Escritura Creativa por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Bachiller en Literatura por la UNMSM. Ganador del I Concurso de Cuento del Grupo Editorial Caja Negra con el relato “Cazar una fiera” (2019). Finalista del I Concurso Iberoamericano de Relatos BBVA-Casa de América “Los jóvenes cuentan” (2007). Textos suyos aparecen en la antología Recitales “Ese Puerto Existe”, muestra poética 2010-2011 (2013); también en páginas virtuales, diarios, plaquetas, revistas y/o. Ha publicado el libro de relatos Cuentos del Vraem (2017) y el poemario El cautivo de blanco (2018); además publicó en Amazon su primera novela Los bajos mundos (2018). Cementerio prohibido (2019) es su cuarta entrega.


viernes, 24 de abril de 2020

Cotidiano


Está la casa
sin salida
el menaje de visita
y los cuerpos de metal
en la hora del recreo

la platería aún conserva la imagen
de cuando todos éramos otros
y ahí mientras me miro
descubro la sonrisa recién nacida
pero la muerte a veces exagera
su acto de partida
        ¿o de llegada?

Y qué dirías tú, Wislawa,
en Fin y principio:
“Después de cada guerra
alguien tiene que limpiar.
No se van a ordenar solas las cosas(...)”

Quehacer infame e insuficiente
para entender
el sonido del agua lenta
que se escapa por la tubería
muchas huellas dactilares
sin ninguna identidad

solo reconozco el descanso del sol
tras la ventana opaca
y la sinsonrisa familiar
después de la última cena

la herencia de materia descompuesta
será la luna nueva entre los dientes
para no anhelar las cicatrices
sobre la arena

el olor a corazón podrido
flota bocabajo en esta corriente lejana
que ya es una partícula
del océano
sin espíritu

Dejaré una mañana
los cubiertos sin lavar
sumergidos y relajados
como cuerpos cobrizos
en el ocaso del verano

después de la comida
se dejarán asear dóciles
por unas manos valientes

​(las mías solo intentan escribir 

poemas o epitafios).


Ana Vera Palomino (Lima, 1981) Máster en Comunicación Corporativa (Ramón Llull, Barcelona) y licenciada en Ciencias de la Comunicación (USMP, Lima). Productora y editora de contenidos; fotógrafa y gestora cultural. Miembro de la Asociación de Correctores de Textos del Perú (Ascot).
Ha publicado el poemario Ausencias (2010) y el fotopoemario Memoria imagen (Hanan Harawi, 2015).
Ha participado en antologías en Perú, Chile y Argentina. Microficción publicada en la edición 11 (2019), de la revista peruana Plesiosaurio y del Diario Sur de España.
Participó, en videopoesía, del XXIII Enero de la palabra (Cusco, 2019), y en la I Exposición de audiovisuales de la Escuela de Bellas Artes (Trujillo, 2019).
Fundadora de Viva palabra, creando en nuestras lenguas; presente en el Primer mes de las letras (Congreso de la República, 2019), y en Culturaymi de los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos (Lima2019).
Incursiona en poesía para y sobre niños.

jueves, 23 de abril de 2020

Hilandera



Cuando una mujer en el campo hila
sus manos trenzan el mundo;

acaricia como a un niño el ovillo
y traza una línea recta
entre el error y la certeza.

¿Qué es el tiempo
sino imagen laboriosa para ella?

Mientras contempla de cerca
el crecer de los días
amamanta el dolor
y un claro mirar se renueva.

Y es que apenas despierta el color,
mujer y color son una sola fuerza.

Cuando una mujer en el campo hila
su certeza figura sonrisas,
sonrisas que trazan una vida,
una vida más grata, de seguro,
pero nunca mejor que esta.


Víctor Salazar Yerén (Lima, 1981) es Magíster en Educación. Ha publicado los libros de poesía Frívola Musa (Cascahuesos editores, 2007), Sobre la aldea (Lustra editores, 2011) y la antología mínima Cuando al fin tu voz toque mi nombre (Nictálope editores, 2014). Además de la antología poética El festín del Jaguar, Cien años de Poesía en Chincha (Biblioteca Abraham Valdelomar, 2014) y La sinfonía Inconclusa, selección de textos sobre la vida y obra de Carola Bermúdez de Castro (Nictálope editores, 2014). Ha participado en diversos festivales poéticos en el país.

sábado, 18 de abril de 2020

Entrevista a Rafael García-Godos Salazar: "Mariconizar al texto y al otro"

Foto: "Chechi" Chávez

1. Cuando el lector se enfrenta a tus textos presientes que se va construyendo una línea ascendente de desnudez en la palabra para otorgar libertad a esos demonios que pueblan la poesía de Rafael García-Godos Salazar. ¿Qué tan consciente eres sobre esta característica latente en tu poesía?

Antes de escribir estoy totalmente perdido, divagante e inconsciente; no me predispongo a escribir un poema, solo vivo. Las imágenes, voces, cuerpos, palabras, números, formatos, géneros, fórmulas, etc., y demás estímulos que puede que se hagan un poema llegan a mí mientras vivo precisamente lo que la misma poesía me hace vivir, si la veo desnuda, cabra, leca o lo que sea es porque así lo ha querido y no me resisto. Cuando tengo todos esos recursos los acumulo para mariconizar el poema, para mariconizar al otro, al lector visor. Sí, hay una línea ascendente en mis textos, desde el miedo hasta la revolución. Luego de años, veo que esto es así porque mi encuentro con la poesía fue como despertar dentro de un closet (literario) y, desde adentro, me transformé y desnudé siendo lo más brutal y honesto. El manejar estos impulsos fue aleccionador y eso se ve en los libros. Esta evolución pienso que debe ser algo así como Kraftwerk y el comienzo de la música electrónica, donde esos sonidos primarios, años después, son infinitas ramas de estilos electrónicos.

2. El soporte de las nuevas tecnologías siempre ha estado presente desde tu primer libro específicamente vinculados a la página en blanco, los espacios invadidos y los diseños de las portadas de tus libros. ¿Cómo se vincula estas nuevas artes con tu experimentación poética?

De muchas formas. He experimentado con audiovisuales, diseño gráfico y artes plásticas. Recuerdo que en el 2005 me premiaron por una cajita musical que hice para el concurso de poema objeto que organizó la municipalidad de Lima, por el centenario del nacimiento de Carlos Oquendo de Amat. Hay una tradición. No es premeditado, se ha dado dentro de un proceso creativo de trasgredir o travestir la escritura en un acto no estrictamente literario. De vincular y tensionar la forma cómo leemos o cómo hacemos que nos lean. Por ejemplo, en mi libro queridolucía hay una doble numeración en las páginas, una, la normal y otra que indicaba el orden original de los textos. También hay una hoja suelta y varios números. En mi caso, no busco ser concesivo con el lector porque quiero que se pierda en mis libros, sin que pierda el interés, o sea, que se sienta retado desde varios frentes como el visual, lingüístico, intertextual, narrativo, conceptual, hasta el sexual.

3. El discurso "homoerótico" en la tradición literaria peruana es reducido, en el sentido que la voz poética, porque no se aleja de lo neutro o lo varonil. Valdelomar, Moro y Eielson responden a un contexto en el cual es difícil aceptar una identidad marginal. ¿Cómo construyes tu voz poética dentro de la tradición?

La verdad es que no pretendo construir un tótem poético homoerótico. Reconozco cierta tradición, pero creo que más de introducirme en ella, lo interesante es llevarla al límite, a la tensión misma que plantea una identidad sexual divergente ante una sociedad chata, algo así como brillar desde los desechos. La voz poética que me ha llevado por estos caminos de la literatura ha surgido desde el amor, la ternura, la calle, el dolor y la pasión por esta identidad que surgió desde destellos en mis primeros libros y se amplía en mis últimas publicaciones. Para mí no ha sido difícil aceptar esta identidad cuando se me presentó con mayor energía porque nunca estuve solo, encontré autores poderosos como Allen Ginsberg, Constantino Cavafis, Pier Paolo Pasolini, Pedro Lemebel, José Donoso, Óscar Wilde, entre muchísisisimos otros.

4.- Entorno a la libertad de la interpretación, en tus dos proyectos poéticos, viruspop/raggs, los espacios poetizables son lugares comunes que convierten tu escritura en cauta y encriptada a diferencia de tu último trabajo. Hay un antes y un después en tu visión de cómo asumes tu escritura.

Claramente. La claustrofobia que me generaba el lenguaje y la desconfianza que sentía frente a las palabras se reflejan en esos primeros libros, de ahí cierto coprotagonismo del espacio y la página en blanco, ese era el espacio poetizable para mí en ese momento, también referentes pop y sexuales, aunque de una forma más críptica, aséptica, tratando de borrar la conciencia o el rastro del autor. En esa línea, también usé códigos de biblioteca para las citas textuales, así como códigos personales y dedicatorias numéricas solo reconocibles para algunos. Ahora bien, si es evidente un antes y un después en el sentido formal del estilo escritural; sí considero que hay una línea que se inicia en poemas como ‘freek queen’ y ‘4 puertas cerradas’, de viruspop y raggs, y el siguiente libro queridolucía donde de alguna forma se domina la desconfianza y la claustrofobia, el miedo finalmente.

5. Los libros anteriores a MVX0, música para monstruos se caracterizaron por ser fragmentados y con poca cantidad de hojas, a diferencia de este último que es la totalidad de los intentos de voces que te fueron persiguiendo y que ahora habitan finalmente en un libro más seguro.

Es que ya no hay miedo. Pasaron 10 años desde que queridolucía se presentó en Chile gracias al cariño de mi gran amigo Héctor Hernández Montecinos, quien me llevó en una suerte de gira de presentación por diversas ciudades donde conocí autores locos y alucinantes, y luego también en el festival “Poquita Fe” (2008) con participación de poetas jóvenes de todas partes del mundo; fue tiempo de vivir intensamente en poesía. Todo este cúmulo de experiencias, visiones, intercambios, intertextualidad, me empujó a escribir los poemas que luego entrarían en MVX0, que es como la palabra travesti de “mucho”, porque en ese lapso de silencio editorial mi finalidad era escribir tanto como pudiera. Diría que conocer lo que se producía en otros países me interpeló y me dio una visión más profunda de lo que yo tenía por decir y de las voces aparecidas desde el inicio de mis libros.  De ahí que MVX0 esté compuesto por 58 poemas, intervenciones gráficas, y más de 50 epigramas, divididos en tres partes que son como tres libros en realidad: Casa/Castillo, Mi voz y Era Vulgar. Para mí es como una novelita personal de mi camino por la poesía, también una fuga, una persecución y la búsqueda de la única voz, que no se queda encerrada en el lenguaje.

6. La poesía del 2000 ha pasado desapercibida por la crítica y por los poetas de la última generación. Podría plantear que hasta existe veinte años de silencio después de la poesía noventera que se le consideró, en su momento, como un tránsito hacia un futuro incierto que eran los discursos tecnológicos. ¿Por qué no se erigió un proyecto ambicioso en esos años? ¿Existen poetas destacables de esa época? ¿Qué opinión tienes sobre tu generación? 

Más que generación pienso en individualidades y en grupos de jóvenes con intereses creativos diversos. Creo que ese momento lo que se compartió fue el entusiasmo por la poesía. Fue Renato Sandoval que juntó a esos grupos en un encuentro recital en la Universidad de Lima, ahí conocí a los chicos con los que luego compartimos lecturas y eventos en los 2000. Anduve por ahí un tiempo, hasta que me aparté porque asumí una perspectiva distinta quizás a lo que quería en mi poesía, me distancié, de ahí el primer y último poemas de MVXO. Sentí que algunos buscaban entrar al canon, de encumbrarse como grandes poetas cuando eran aún súper jóvenes, esa pretensión me alejó. Gracias a esa distancia conocí personas díscolas y brillantes que andaban en la periferia de los poetas más rotados en esa época, como Yuri Gutiérrez, Tilsa Otta, Paul Guillén, Giancarlo Huapaya, Florentino Díaz; también destacaría a Vanessa Martínez y Romy Sordómez.

7. ¿Qué buscaba en ese momento tu poesía? ¿Quiénes eran tus referentes?

Como te he comentado, yo comienzo por el divagar y luego llego al cuerpo, la ciudad, la tecnología, internet, la homosexualidad; temas que quizás no eran tomados en cuenta por otros. A los 19 años aún no había asumido mi identidad homosexual, entonces pienso que fue más al revés, es decir la poesía me buscó, me llevó a dónde debía y me definió personalmente. A fines del 2000 había leído a Enrique Verástegui, y fui a su encuentro en la presentación de su libro "Apología Pro totalidad" en la feria Ricardo Palma de Miraflores. Ahí me acerqué a él como todo joven autor buscando que los lean. Cariñosamente Enrique me citó a su casa en Mayorazgo para leer el viruspop, fui feliz al escuchar el entusiasmo con que recibió mi propuesta y más que escribiera un extenso prologo destacando que con este libro un nuevo milenio se iniciaba y con él una nueva poesía se formulaba. Y tan genial, Enrique veía lo que incluso yo no tenía claro, él me impulso y brindó su bella amistad. Enrique es un principal referente entonces pero no como un traslado estético o temático sino como una proyección hacia futuro. Tengo reparos cuando se pregunta por referentes porque creo que se piensa en ellos como una forma de encajar a los autores o algo así, con alguna pretensión, cuando en verdad al momento de escribir uno no piensa en esos referentes, así que mejor añadiré otros autores a los que ya he mencionado: Martín Adán, Carmen Ollé, César Calvo, Alejandra Pizarnik, Reinaldo Arenas, Manuel Morales, Jorge Eduardo Eielson, y otros.

8. En los últimos años, se han vuelto a congregar agrupaciones de poetas que proponen nuevos discursos, tecnologías como soporte poéticos y manifestaciones más allá de la propia escritura. ¿Cómo analizas la poesía en la actualidad, ya que muchos de ellos te ven como un referente inmediato?

Lo mío fue solo un acercamiento, una exploración ante el nuevo escenario tecnológico que comenzaba a fines del siglo pasado y que transforma todo comenzando con la humanidad y la vida, lo que significan y esperamos de estas. La poesía es vida, por eso es natural que también se transforme constantemente, como que siempre la poesía usa nuevos recursos novedosos para abrirse paso en la experimentación y manifestarse. No considero que sea referente en este aspecto porque tampoco me envolví demasiado en el tema, ahora soy más “noobster”, un espectador maravillado por las nuevas poéticas, no dejarán de ser nuevas porque evolucionarán constantemente junto a la tecnología, eso es genial, en realidad todo lo que sea transformación de vida de cómo vemos al otro y el mundo me atrae y lo celebro. Mi última experiencia con la tecnología y la poesía fue el desarrollo de un book game (¿?) o vídeojuego indie que se programó a partir de mi libro MVx0 para PC y laptops, se puede ver aquí: https://t.co/otIi8EIG3d

9. Presiento que tu último libro fue el cierre de una aventura poética. ¿Cuáles son tus proyectos poéticos próximos?

Es la aventura en la poesía me ha llevado, el virus que me infectó a los 19 años y que no sabía qué me pasaba hasta que me dejé llevar sin prejuicios, incluso redefiniéndome íntimamente. Una aventura salvaje que adopté con la misma honestidad brutal con que la inseminó mi vida de joven. No lo veo como un cierre, sino como dije antes, como mi historia desde mis primeros libros, los amigos poetas chicos que conocí, mi renuencia a la palabra, la complicidad del silencio el espacio en blanco, la nueva lectura de lo literario al margen de la literatura; MVX0 es ese recorrido que concluye (en el libro) con la estética marica. Este año se publica 4 grupos de poemas: “Por favor no te enfades conmigo”, “Mixtape Marica (soundtrack para un homosexual con el corazoncito roto y otros poemas)”, “Telerrealidad (o enumeración de los fracasos)”, y “Lip Sync”. Estos libros van todos juntos bajo el nombre de “Reality Nuggets”, editado por Perverso Editorial (https://www.facebook.com/Perverso-Editorial-327080721220691/), a cargo del talentoso artista Holy Drako. “Mixtape Marica (soundtrack para un homosexual con el corazoncito roto y otros poemas)”, aparecerá también este año en la serie que publica la editorial Pallar Negro, del querido Jorge A. Castillo. De ese mismo libro, venimos preparando con Rodrigo Luna, un amigo músico, la musicalización o intervención sonora a cinco poemas. Estos audios posteriormente serán enviados a amigos videastas para que hagan la parte visual, vamos a ver cómo se desarrollan estos proyectos.


Rafael García-Godos Salazar a. k. a. RAGGS (Lima, 1979) es autor de “viruspop/raggs” (Divino Niño, Lima, 2004), “queridolucía” (EstaNoEsUnaPutaEditorial, Lima, 2007) y “MVX0, música para monstruos” (Paracaídas Ed., 2017). Obtuvo dos años consecutivos el VIII y IX premio Dorian Arts de poesía por la diversidad sexual (Lima, 2006 y 2007), también el premio Poema-Objeto Oquendo de Amat - Municipalidad Metropolitana de Lima (Lima, 2005). Primer puesto al mejor cortometraje por ‘El sendero de Pedro’, en concurso convocado por la agencia de publicidad mundial DDB (Panamá, 2000). Sus textos han sido incluidos en fanzines, revistas y antologías de Argentina, Chile, Cuba, Ecuador, Estados Unidos, México, Perú, Guatemala y Venezuela.


Josué Barrón (PUCP). Escritor, educador y comunicador cultural. Es colaborador de varios medios informativos locales e internacionales. Su interés académico es la crítica cultural y la creación literaria. Ha sido ganador del Premio de Literatura del gobierno regional de Lima, mención cuento (2014), y Premio Centenario PUCP, mención poesía (2017).


Música para monstruos