sábado, 24 de agosto de 2019

El ideal de belleza y éxito en el fútbol


El imperialismo siempre buscó espacios visibles en el cual pueda construir estereotipos generadores de una industria de consumo global. La importancia de la moda, los cosméticos, la forma de vida, los espacios comunes y el discurso de justificación de los actos consumistas siempre han acompañado a los “sujetos tecnológicos” (Foucault) que han aparecido en los últimos cien años pero, ahora, con un margen de intervalo más corto. Los mercadotécnicos vieron en la mujer la excusa perfecta para desarrollar la mayor industria consumista -que ha sobrevivido por décadas- y convertirla en lo que Simone de Beauvoire denomina “la mujer objeto”: una mujer interesada a satisfacer su ego de espectáculo y que sea valorada solo por su belleza de prótesis.

Lo interesante de este proceso de banalización del cuerpo es que los generadores de valores del mercado nunca vieron al cuerpo del varón como un nicho para desarrollar una industria de consumo. El poder se encontraba en lo económico y en la manipulación que le ha servido para gobernar naciones, sociedades y grupos humanos en la mayor parte de la historia. En la actualidad, el reto de asociar la belleza con el éxito y se convierta en el perfil de la industria del consumo para el varón es una realidad. El futbol, en la actualidad, es la excusa perfecta para atraer al varón y convertirlo en un sujeto altamente consumista: las zapatillas por temporadas, camisetas, casas de apuestas, la influencia que pueda tener el jugador de futbol con productos no relacionados con el fútbol como los tallarines –un ejemplo fronterizo-, las empresas cerveceras que se han apropiados del estadio para vender sus productos y el culto al cuerpo ágil, entrenado y musculoso. Por ello, la industria del fútbol actual se puede sintetizar en dos características: el amor al cuerpo y la devoción por el éxito.

Real Madrid, siendo presidente Florentino Pérez, fue uno de los primeros clubes de Europa en trabajar con este tipo de mercadotecnia, en la cual, le importaba más qué jugador podría generar dividendos estratosféricos extradeportivos al club que deportivos. “Los galácticos”: Luis Figo (2000), Zinedine Zidane (2001), Ronaldo (2002) y David Beckham costaron doscientos millones de dólares juntos –hoy es una cifra despreciable si lo comparamos a lo que se paga por un jugador de alto nivel técnico y extradeportivo en la actualidad. De esos años no han variado, el Real Madrid, su política económica y deportiva (su presidente sigue siendo el empresario Florentino Pérez). Otro caso, referido a la política del club blanco, que se puede mencionar es del entrenador José Mourinho que construyen creativamente el imaginario de un sujeto que siempre pondrá a su club en los titulares de la prensa mundial por su planteamiento estratégico y minucioso en partidos importantes, sus declaraciones contra los entrenadores rivales (cuando estuvo en el Real Madrid siempre fue incisivo con Pep Guardiola) y desarrollar esa atmósfera, en los jugadores, “que los árbitros y los comités deportivos que administran los campeonatos están contra ellos”. Mourinho, según las estadísticas, no es un entrenador que desarrolle políticas de canteras, de planteamiento innovadores de juego ni, muchos menos, reflotar equipos que están en mala racha como lo hace el alemán Jürgen Klopp o quedan desmantelados por otros club que tienen más dinero (como es el caso de Diego Simeone). Mourinho es un entrenador que comparte las características del capitalismo económico más despiadado: utilitarista, efímero, rentable y especializado. Debe ser que por ello fue elegido, inteligentemente, por los grandes equipos de mercadotécnica del planeta para entrenarlos: Real Madrid, Chelsea y el Manchester United. El único gran mérito en su carrera, si analizamos detalladamente, es haber sacado campeón al humilde Porto en el 2004. Mourinho no es entrenador, es un estratega de lecturas de juegos, de resultados diarios y no de un juego vistoso. Te otorga éxitos inmediatos y la performance de generar polémica en cada palabra que enuncie.

El fútbol se ha convertido, sin lugar a duda, en una vitrina donde no solo se generalizan propagandas dirigidas, dentro y fuera del juego deportivo, sino también ha producido que los varones le demos importancia a temas que nunca estuvimos interesados: el deseo de ser bellos y exitosos. El futbol de Pelé y Maradona (las empresas transnacionales solo le auspiciaban las botas deportivas) no es el que juega Cristiano (las empresas internacionales le auspician cada acto, decisión o palabra) ni el que jugará los nuevos atletas (no puedo llegar a imaginar) de las categorías menores de los grandes fútbol de Europa. El futbol ha cambiado para bien (el nivel atlético y táctico es destacable) y para mal porque ha banalizado el fin del goce, la belleza y la gallardía que envolvía el deporte rey; y ha creado un nuevo perfil de varón que nunca imaginamos.   


Josué Barrón (PUCP). Es escritor, educador y comunicador cultural. Es colaborador de varios medios informativos locales e internacionales. Ha sido ganador del Premio de Literatura del gobierno regional de Lima, mención cuento (2014), y Premio Centenario PUCP, mención poesía (2017).

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