El
paradigma de la educación moderna es que el estudiante debe “Aprender a
aprender” con la instrucción del docente que deja de ser el protagonista del
aprendizaje (como lo era en los modelos pedagógicos anteriores) para
convertirse en el facilitador de textos con el fin que el alumno se acerque y
desarrolle, en este caso, el hábito por la lectura.
La
importancia de la lectura en la formación de una persona es que el sujeto debe
convencerse que leer es una de las vías más importantes para asimilar
información de su hábitat y su contexto. La lectura nos agudiza los sentidos
para estar más atentos, diferenciar información, otorguemos importancia a
aquello relevante para nuestra contemporaneidad y ser críticos ante este mal
denominado posverdad. Leer desarrolla capacidades que podemos aplicar en
materias disimiles como las matemáticas o en nuestra vida diaria: una
conversación alturada o comprender las series de imágenes que nos presenta un
ordenador o celular. Entonces, ¿por qué no se asume su importancia? Existen
varias posibles causas pero solo mencionaré dos que, a mi entender, han sido
las más gravitantes. Primero que no tenemos en el país un circuito organizado
que esté involucrando a los alumnos, los padres de familia, las instituciones
educativas, las editoriales, los escritores y los agentes culturales. Tampoco
existe una finalidad que compartamos las instituciones mencionadas para
proponer una política adecuada (que debe empezar en nuestra propia familia) para
que el niño entienda que el libro es el instrumento que le servirá a “Aprender
a aprender” –también quiero incluir el YouTube, como una plataforma que
congrega textos instructivos visuales, orales y escritos dinámicos, de vital
importancia para la educación de hoy. El segundo punto sería que los peruanos,
arquitectónicamente, no construimos nuestras viviendas para dar preponderancia
al hábito de la lectura ni la formación estudiantil referida a la investigación.
Privilegiamos el espacio central de nuestro hogar para la diversión o la
distracción y no un ambiente adecuado para que se estudie, en silencio, y se
aliente a la imaginación. Los adultos y las instituciones exigen a los infantes,
por medio de evaluaciones de alto rendimiento y el desarrollo de capacidades
refinadas, pero poco hacen en organizarse y crear un habitad que estimule y
desarrolle este tipo de competencias.
La
promoción de la lectura, en la actualidad, tiene un gran desafío que es vencer
a la inmediatez, el resumen, la rapidez y el “aburrimiento”. El niño, por su
parte, no le recae la responsabilidad que descubra la importancia de su
autoinstrucción, de la que hemos mencionado líneas anteriores, sino de las
instituciones (que debe partir desde una familia constituida y una institución
educativa que genere vínculos educativos) para que asuman el problema, trabajen
organizativamente y propongan un plan inmediato para otorgarle la importancia
que siempre ha tenido la lectura en la vida histórica del ser humano:
otorgarnos imaginación, autoaprendizaje y el goce del descubrimiento.
Josué Barrón egresado de la PUCP. Es escritor, educador y
comunicador cultural. Es colaborador de varios medios informativos locales e
internacionales. Ha sido ganador del Premio de Literatura del gobierno regional
de Lima, mención cuento (2014), y Premio Centenario PUCP, mención poesía
(2017).

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