sábado, 5 de junio de 2021

Catherine Flores Vega sobre El silencio solar


La mano de Josué siempre ha tenido esa magia que permite volar a espacios que sólo se habitan en la mente, y El silencio solar no es la excepción. Cada poema me lleva a caminar por calles que no conozco, tocar paredes que no he visto, coleccionar fotografías en cajas negras que no he guardado, pero que sé que existen en otros lugares del mundo y el universo.

Y como si nada más sucediera a mi alrededor, me detengo y me percato de que existían memorias, recuerdos y un hábitat completo de emociones… que renacieron, volvieron a ver la luz.

Pareciera que estos poemas contienen un enigmático mensaje, que se cuela por los sentidos, despertando a la soledad, esa amiga que tan olvidada tenemos, a la cual pretendemos esconder como si de algún enemigo se tratara.

Bien lo menciona Barrón “No se olvida lo que se ama, solo se aprende a amar la ausencia” y es esa ausencia la que llama al oído, una vez que se concluyen las páginas. Porque siempre se está, solo que a veces dormido. Y esta lectura ha sido un despertar, hacia aquello que se guardaba en el pecho.

Más allá de todo, me quedo con una pregunta… “¿es inevitable que busque la profundidad en la cotidianidad?”.  Sí, lo es… 


Catherine Flores Vega

(Cathy Flor)

 Mg. en Ciencias de la Comunicación, profesora de educación universitaria de la ciudad de Arica, extremo norte de Chile. Diplomada en Diseño Tipográfico, Terapeuta Holística Integral. Suele dejar las cosas inconclusas, teme a la soledad, pero se declara solitaria. De escasos amigos. Es feliz y agradecida.


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